He repartido esta riñala mía en treinta capítulos.
Versan diez de ellos sobre los fundamentos del amor, y son los siguientes: este primero sobre la esencia del amor; sobre las señales del amor; sobre el que se enamora en sueños; sobre el que se enamora por la pintura del objeto amado; sobre el que se enamora por una sola mirada; sobre aquel cuyo amor no nace sino tras un largo trato; sobre las alusiones verbales; sobre las señas hechas con los ojos; sobre la correspondencia amorosa; sobre el mensajero.
Doce capítulos versan sobre los accidentes del amor y sobre sus cualidades loables y vituperables.
Verdad es que el amor es, en sí mismo, un accidente, y no puede, por tanto, ser soporte de otros accidentes, y que es una cualidad y, por lo consiguiente, no puede, a su vez, ser calificada. Se trata, pues, de un modo traslaticio hablar, que pone a la calidad en el lugar de lo calificado. Es frecuente, con efecto, que digamos o hallemos que tal accidente es más o menos verdadero que tal otro, o más bello o más feo, a nuestros juicios, y claro es que estos más o menos han de entenderse en cuanto a la esencia visible o cognoscible a que estos accidentes afectan, pues en sí mismos no pueden tener cantidad ni ser divisibles, ya que no ocupan lugar.
Ibn Hazm de Córdoba, El collar de la paloma, España, Editorial ALIANZA, página 123-124, 1971. Seleccionado por Nuria Muñoz Flores. Segundo de bachillerato, curso 2014-2015.
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