-¿Has dicho "cerdo" o "lerdo"? -preguntó el Gato.
-He dicho"cerdo" -replicó Alicia-; y quisiera que siguieses apareciendo y desapareciendo de manera tan repentina; ¡me estás produciendo vértigo!
-De acuerdo -dijo el Gato; y esta vez se desvaneció muy despacio, empezando por el extremo de la cola y terminando por la sonrisa, que permaneció un rato después de que el resto hubiese desaparecido.
"¡Bueno! He visto muchas veces a un Gato sin sonrisa", pensó Alicia; "¡pero una sonrisa sin Gato! ¡Es lo más raro que me ha ocurrido en toda mi vida!
No había andado mucho, cuando divisó la casa de la Liebre de Marzo; pensó que debía de ser su casa, dado que las chimeneas tenían forma de orejas y el tejado estaba cubierto de piel. Era una casa tan grande que no juzgó prudente acercase hasta haber mordisqueado un poco el trozo de seta de la mano izquierda, y alcanzado los dos pies de estatura; aun entonces avanzó con cierta cautela, diciéndose a sí misma: "¡A ver si está loca de atar! ¡Casi habría sido preferible tomar la dirección del Sombrerero!"
Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, Toledo, Ediciones Akal, 2005, páginas 156-157.
Seleccionado por Lucía Pintor del Mazo. Segundo de bachillerato. Curso 2014-2015.
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