lunes, 9 de marzo de 2015

León Tolstói, Guerra y paz

XII


     Natasha tenía dieciséis años. Era del año 1809. Hacía cuatro que, después de haber besado a Boris, contara con los dedos el año en que llegaría a esa edad. Desde entonces, no había vuelto a verlo. Con Sonia y su madre, cuando se hablaba de Boris, Natasha afirmaba rotundamente que todo el pasado había sido una chiquillada de la que no se debía ni hablar siquiera, y que ella lo había olvidado hacía tiempo. Pero en lo íntimo de su alma, Natasha se preguntaba si su promesa con Boris era un juego o algo más serio que la ataba al muchacho. Esto la preocupaba.
     Desde que en 1805 partiera para el ejército, Boris no había visto a los Rostov. Había vuelto a Moscú bastantes veces e incluso había pasado cerca de Otrádnoie, pero ni una sola vez se había detenido a visitarles.
     Natasha pensaba a veces que no quería verla, y su sospecha parecía confirmada por el tono triste que adoptaban los mayores al referirse a él.
     -Hoy la gente ya no se acuerda de los viejos amigos- comentaba la condesa siempre que se hablaba de Boris.
     Anna Mijáilovna, que en ese tiempo frecuentaba menos la casa de los Rostov, mostrábase especialmente digna y siempre hablaba con entusiasmo de las cualidades de su hijo y de su brillante carrera. Cuando los Rostov se instalaron en San Petersburgo, Boris se decidió a hacerles una visita.


León Tolstói, Gerra y Paz, Barcelona, Editorial Planeta, 1988, página 543.
Seleccionado por Laura Tomé Pantrigo. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015.

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