lunes, 9 de marzo de 2015

Rudyard Kipling, Los cuentos de así fue

ASÍ FUE COMO AL LEOPARDO LE SALIERON SUS MANCHAS




    Inicio aquí la historia que cuenta que, en los días en que todos empezaban a vivir, mi querido niño, el leopardo habitaba un lugar llamado Alta Meseta. Fíjate que no era la Baja Meseta, o día sino la desnuda, caliente y brillante Alta Meseta, en la que había arena, y rocas de color arenoso, y tan sólo unos matojos de hierba del color amarillo de la arena. Allí vivían la jirafa, la cebra, el eland, el kudú y el búfalo; y por todas partes estaba el color arenoso amarillento parduzco; en cuanto al leopardo, ése era e más arenoso amarillento parduzco de todos..., era una especie de animal gatuno de color grisáceo amarillento que hasta en el último de sus pelos se confundía con el color exclusivamente amarillento grisáceo parduzco de la Alta Meseta. Eso era fatal para la jirafa, la cebra y el resto de los animales, pues el leopardo se tumbaba sobre un matojo de hierbas o un piedra de color exclusivamente amarillento grisáceo parduzco, y cuando la jirafa, o la cebra, o el eland, o el kudú o el macho de los arbustos o el antílope rojizo pasaban junto a él, les podía arrebatar por sorpresa sus vidas saltarinas. ¡Vaya si lo hacía! Había, además, un etíope que llevaba arco y flechas, que vivía en la Alta Meseta con el leopardo; y los dos solían cazar juntos -el etíope con su arco y flechas, y el leopardo sólo con sus dientes y garras-, hasta que llegó un momento, mi querido niño, en el que la jirafa, y el eland y el kudú y el cuaga ya no sabían en qué dirección saltar. ¡De verdad que no lo sabían!





Rudyard Kipling, Los cuentos de así fue, Akal, Madrid, páginas 83-84. Seleccionado por Guillermo Arjona Fernández. Segundo de Bachillerato. Curso 2014-2015.

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