viernes, 26 de febrero de 2016

Otelo, William Shakespeare


OTELO 
Noble Montano, siempre fuisteis respetado. 
El decoro y dignidad de vuestra juventud 
son bien notorios y grande es vuestro nombre 
en boca del sabio. ¿Qué os ha hecho 
malgastar de este modo vuestra fama 
y cambiar el regio nombre de la honra 
por el de pendenciero? Contestadme. 
MONTANO 
Noble Otelo, estoy muy malherido. 
Yago, vuestro alférez, puede informaros 
de todo lo que sé, ahorrándome palabras 
que me cuestan. Y no sé que esta noche 
yo haya dicho o hecho nada malo, 
a no ser que sea pecado la caridad 
con uno mismo o la defensa propia 
cuando nos asalta la violencia. 
OTELO 
¡Dios del cielo! 
La sangre empieza a dominarme la razón 
y la pasión, que me ha ofuscado el juicio,
va a imponerse. ¡Voto a ... ! Con que me mueva 
o levante este brazo, el mejor de vosotros 
cae bajo mi furia. Hacedme saber 
cómo empezó tan vil tumulto y quién lo provocó, 
y el culpable de esta ofensa, aunque sea 
mi hermano gemelo, para mí está perdido. 
En una ciudad de guarnición, aún inquieta, 
con la gente rebosando de pavor, 
¿emprender una pelea particular 
en plena noche y en el puesto de guardia? 
Es demasiado. Yago, ¿quién ha sido? 
MONTANO 
Si por parcialidad o lealtad de compañero 
no te ajustas al rigor de la verdad, 
no eres soldado. 
YAGO 
No toquéis esa fibra. 
Que me arranquen esta lengua 
antes que ofender a Miguel Casio. 
Aunque creo que decir la verdad
no puede dañarle. Oídla, general. 
Conversando Montano y yo, 
viene uno clamando socorro 
y Casio detrás con espada amenazante, 
dispuesto a arremeter. Este caballero 
se interpone y pide a Casio que se calme. 
Yo salí tras el tipo que gritaba, 
temiendo que sus voces, como luego sucedió, 
espantaran a las gentes. Mas fue veloz, 
logró escapar, y yo volví al instante, 
porque oí un chocar y golpear de espadas 
y a Casio maldiciendo, lo que no había oído 
hasta esta noche. Cuando volví,
que fue en seguida, los vi enzarzados 
a golpes y estocadas, igual que cuando vos 
después los separasteis. 
De este asunto no puedo decir más. 
Los hombres son hombres, y hasta el mejor 
se desquicia. Aunque Casio le ha hecho algo, 
pues la furia no perdona al más amigo, 
me parece que Casio también recibió 
del fugitivo algún insulto grave 
que no tenía perdón. 
OTELO 
Ya veo, Yago, 
que tu afecto y lealtad suavizan la cuestión 
en beneficio de Casio. Casio, aunque os aprecio, 
nunca más seréis mi oficial

William Shakeapeare,  Otelo, infojur.ufsc.br/aires/arquivos/ShakespeareOtelo.pdf
Seleccionado por Clara Fuentes Gómez, Segundo de Bachillerato. Curso 2015-2016.

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